Estabamos sentados en un nuevo banco de plaza. Y digo nuevo porque no era el viejo banco en el que me sentaba junto a mi viejo amor. Ya no está ese banco, o tal vez siga estando, pero yo ya no lo veo. Para mi se esfumó cuando El me tiró de sus bolsillos y se alejó andando con su paso tan firme y libre de dudas.
Pero curiosamente, sentada en ese banco de plaza, con, tal vez, un nuevo amor, no me sentía sola, no me sentía abandonada como me siento casi siempre. Tal vez esté aprendiendo a acomodarme en cada situación, tal vez esté aceptando de una vez que El no va a volver, y que de una vez por todas tengo que empezar una nueva vida, una vida sin El por más vacía que me parezca...
Y tal vez, porque siempre acostumbro a hablar con un "tal vez" delante de la oración, este nuevo amor tenga la fuerza de reemplazar al viejo. Tal vez este nuevo amor sea el nuevo clavo que saque al viejo clavo, un viejo clavo muy oxidado y que duele mucho... Tanto que ya empiezo a pensar lo demasiado masoquista que puedo llegar a ser. Si, seré masoquista, pero cón El en mis pensamientos. Y cuando eso pasa no me siento masoquista, porque no siento nada más que amor y necesidad... Y recuerdos, recuerdos que pesan toneladas, pero que cargo en la espalda con gusto. Porque al fín y al cabo me encanta recordarlo, por más doloroso que sea... Si, ya dije que era masoquista. Me encanta verlo en mis recuerdos sonriendo, sonriendome a mi, su amor... Hablándome a mi, su razón de existir... Acariciando mi piel, la piel más hermosa que tocó... Besando mis labios, los labios más dulces que probó en su vida...
O al menos todo eso me decía... Y hablándole a El le pido que me deje creer que es verdad. No quiero golpearme con la realidad. Otra vez no. De esta forma es más fácil... Para El y sobre todo, para mi.

Sobre Nosotros